Perdón por la demora de nuevo. Espero que les guste el final del cuarto capítulo. Quizás me demore un poco en escribir el quinto, porque apenas si lo empecé y ando con mil cosas en la cabeza. Llénense de buenos momentos. Enjoy yourself!En el capítulo anterior:
“(...) Creo haber escuchado un “chau” escapándose de su boca. ¿Quién hubiese dicho que volvería a verlo?..”
Llegué a la casa de mi hermana, y, como es natural en mí, le lancé mi buche exagerado, como si hubiese conocido al amor de mi vida en la parada de un colectivo. Ella me preguntó si sabía su nombre, le dije que no, y ella se rió. Yo no; lo quería volver a encontrar, quería magia, quería otro panadero cumplidor que me diera pié a pedirle otro encuentro.
Esa noche había reunión de pizza, fernet y amigos en el departamento de mi hermana. Si alguien me preguntara, debería decirle que esas reuniones me dieron algunas de las mejores noches de mi vida.
Después de estar en esa mesa (¿Qué diría si hablara..?), jugando a algo en el que si perdés te tenés que tomar un vaso de bebida alcohólica, y si ganás... también; y después de entonarme entre risas, y de jactarnos con mi hermana de “no estar ebrias”, llegó el momento entretenido de la noche: El momento en que salimos de gira por todo el edificio a invitar a los vecinos a nuestra fiesta.
No alcanzamos a bajar al piso seis, que en el Siete “A”, ambas encabezando la caravana, caimos prácticamente afectadas por ver tanta belleza en la Tierra. Ahí estaba ese chico que tanto le gustaba a mi hermana, y estaba ahí, a su lado, ÉL, MI CHICO DEL COLECTIVO, ¡Él!
¡Aguuuuuuuuuuuuuuuuuuuuuuuuuuuuuuuuuuuu! -le grité a mi hermana que estaba a mi lado- ¡Es éeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeel!
¡Me estás jodiendo! -me dijo ella,
No, boluda, ¡Es él! -Ambos nos miraban anonadados frente a aquella escena incómoda como pocas- Miralo, no puede ser, boluda.
Mi hermana se reía, miró a MI chico y le dijo:
– Flacooooouuu, ella dice que se enamoró de voooooooooouuuus –el chico se reía, yo miraba a mi hermana, prácticamente odiando esa confesión espantosa- te conoció en el colectivo, dale bola, mirá, mirá como te mira -AAAAAAAAAAAAY, qué horror, no, no, por favor, hermana de mi corazón, callate-.
– Jajajajaja -él se reía, no sabíamos si de mí, de la borrachera, de la situación patética, o de qué, pero se reía- jajajajaja -por Dios, su sonrisa es hermosa- Jajaja, chicas, somos gays.
– Jajajajajajajajajajaja -Mi hermana y yo nos reíamos esperando que ellos también se rieran, y que todo fuera una broma de mal gusto. Ellos nos miraron sin entender mucho, yo miré a “mi” chico, después a mi hermana, después a las zapatillas del chico de mi hermana, después la muñequera con los colores del arcoiris que tenía mi chico en su brazo izquierdo. Mi hermana me miró también. Todo el frenetismo se había esfumado. Los demás amigos de mi hermana, hace rato se habían ido al departamento a seguir tomando cerveza helada.
Charlamos un poco con los vecinos, resultaron ser amorosísimos. Decidimos dejarlos solos, y sentarnos ambas en un escalón. Con la cabeza de mi hermana apoyada en mi hombro, y mi brazo rodeándola, le dije:
– Es que es así, mi negra, o son amargos, con mal gusto y heterosexuales; o son divertidos, simpáticos, copados, elegantes, sexys y gays. Quizás lleguemos a un acuerdo y nos casemos con un bisexual, O-JA-LÁ.
– Dios mío – me contestó- Capaz algún día vayamos a entender lo inservible que es enamorarse, y dejemos de intentarlo.
– Ojalá algún día lo intentemos de verdad.
***
Gracias también a la belleza que lleva mi sangre,
Te amo hermana, brindo por más de nuestros momentos juntas.
[Próximo capítulo: Globalización amorosa]